callejon de huaylas peru

Actualizado el 13 abril, 2019

Los pueblos y rincones del Callejón de Huaylas que pude visitar de camino al Parque Nacional de Huascarán me abrieron la puerta a la historia reciente y tremenda de esta zona del Perú. Su máximo exponente está en el Camposanto de Yungay, pero hay más.

Pueblos que han sucumbido a los desastres naturales una y otra vez.

Que han sido arrasados por movimientos tectónicos, por enormes porciones de las orgullosas montañas que ahora son «de postal», sí, pero implacables cuando se hacen notar.

callejon de huaylas carhuaz

Poco o nada queda de las ciudades coloniales que antaño fueron. Pero la cultura sigue viva, a pesar de que la naturaleza se haya cobrado tantas vidas.

Pueblos con costumbres curiosas, sorprendentes, algunas terroríficas, algunas en vigencia y otras no.

Para muestra la historia de los sacamantecas. Señores dedicados a raptar a personas rollizas para, después de matarlas, sacarles toda la grasa corporal. Por lo visto es muy buena para muchas cosas. Actuaban por encargo, y aun hoy en día algunas familias son recordadas porque uno de sus miembros se decía que era un sacamantecas.

Otro ejemplo: en la provincia de Jarguas (una de las 20 provincias del Departamento de Ancash en el que se ubica este valle), aún funciona la costumbre de que las parejas convivan un mínimo de 2 años antes del matrimonio.

Si tienen hijos en ese tiempo de convivencia, los hijos viven con los abuelos que mejor puedan mantenerles y cuidarles. Así, si la pareja se separa antes de casarse, no habrá problemas con la custodia.

En principio se pueden casar por voluntad propia a partir de los 18 años (mayoría de edad legal). Si quieren hacerlo antes, los padres han de dar permiso. Lo que está mal visto es que rompan el matrimonio.

Los pueblos del Callejón de Huaylas: Carhuaz y lo que queda de Yungay

Carhuaz

Uno de los pueblos de esta provincia es Carhuaz, donde hicimos una parada aprovechando que era día de mercado.

Una calle ancha acoge a puestos de frutas, pan, ropa, lanas. El público es variopinto. Como en la mayoría de comunidades indígenas, las vestimentas tradicionales incluyen signos que identifican la pertenencia de los que las llevan, y algunos datos más. Especialmente en el caso de las mujeres.

puestos de frutas alineados bajo toldos en un pueblo del callejón de huaylas

Aquí, las mujeres que llevan un sombrero blanco y cinta rosa están solteras o conviviendo con su novio. Las que llevan una cinta roja en el sombrero, están casadas. Y si la cinta es negra, es que son viudas.

mujeres con sombreros y faldas en puestos de verduras
puesto de mercado con una calabaza enorme abierta en el callejón de huaylas

Aprovechamos nuestro paseo por el mercado para comprar algunas frutas, como naranjas y lo que aquí llamamos «caracolas». A las señoras, tímidas pero decididas a vendernos, no les gustan las cámaras ni la charla con los foráneos. Pero no dejan de observarnos y reírse por lo bajini. ¡A saber qué traje nos estaban cortando! :)

chico vendiendo naranjas y manzanas en carhuaz
montón de boniatos sobre una manta
motocarro tipo rickshaw con cubierta de plástico azul con dibujos de la Warner

Carhuaz es famoso por otro asunto…

Una heladería  en la que todos los buses de turistas paran. En su gran mayoría es turismo local venido de otras zonas de Perú.
No podíamos ser menos. Había que probarlos, aunque reconozco que pensé que quizá esto supusiera una «práctica de riesgo» para la tripa, ya me entendéis.

Son helados naturales, hechos con frutas que en muchos casos no habíamos oído en la vida, y a un precio más que asequible.

Veredicto: buenísimos!! (y seguros, porque nadie se puso malo).

Está en la misma Plaza de Armas, se llama Helados Porvenir y es un local muy humilde pero no tiene pérdida. ¡Absolutamente recomendable!

tienda de helados "Porvenir" en un pueblo del callejón de huaylas

Camposanto de Yungay

Otro lugar más que interesante del Callejón es el Camposanto de Yungay. Uno de esos rincones que, como he advertido al principio, tiene una historia tremenda.

entrada al cementerio de yungay

A 2458 m de altura, Yungay fue arrasada totalmente, y la mayoría de las 25.000 personas que la habitaban, quedaron sepultadas. De hecho, sobrevivieron 300 familias o unas 2.000 personas. Cifras apabullantes, difíciles de encajar mentalmente la primera vez que te las cuentan.

Ocurrió una tarde del mes de Mayo, en 1970.

Una gran porción del pico Huascarán se desprendió por un terremoto de 7.8 en la escala de Ritcher. Aniquiló todo lo que encontró a su paso.

El trozo de montaña rebotó en las lagunas glaciares  que había a sus pies. Tomando impulso, la lengua de piedras y tierra avanzó hasta llegar a los 200 km/h de velocidad. Una lengua de destrucción que se estima medía 1 km de ancho por 1,5 de largo.

Hoy se observa perfectamente el corte en la montaña, que ahí sigue, recordando su poder.

cumbre del huascarán donde se aprecia el corte de roca que produjo el terremoto

Sólo quedaron visibles y en pie las copas de algunas palmeras de la plaza de armas, que ahí siguen. También el cementerio original que estaba construido en una loma un poco más allá.

cementerio de yungay con huascarán nevado detrás

Precisamente algunos se refugiaron en ese cementerio y pudieron salvarse porque estaba más alto que el pueblo. Ironías de la vida.
Además de esos pocos afortunados, se salvó un gran grupo de niños que asistía a una función de circo en el estadio que había fuera del pueblo.

Nuevo Yungay se ha reconstruido a un 1 km. del antiguo, sobre el campamento de damnificados que se habilitó tras la catástrofe.

El camposanto es hoy un inmenso jardín lleno de rosales y otras flores, con calles para recorrerlo y que parecen conducir al Huascarán. La sensación es que puedes alcanzarlo en un paseíllo. La montaña me hipnotizaba por su tamaño y belleza, pero me llenaba de congoja pensar en que una parte había causado todo aquél desastre.

cementerio de yungay lleno de flores y palmeras en el callejón de huaylas
torre de iglesia con cúpula y cruz destacándose en la nieve de los andes

Con el tiempo, los supervivientes fueron ubicando sus casas. Algunos han levantado cruces recordando a los seres queridos que allí quedaron.

Los restos del ómnibus se exponen como una escultura moderna, o como un resto de un desguace de coches. Así quedó, ahí quedó clavado en la roca. Un poco más allá de los de la catedral. Sería la mejor construcción, la más resistente. Pero no infalible.

restos oxidados del ómnibus del pueblo de yungay

No fue ésta la única población que sufrió. Huaraz fue destruida por el mismo terremoto en un 80%, y el resto de poblaciones del Callejón de Huaylas también.

En total, se calcula que fallecieron 70.000 personas.

Aún son muchas las personas que vivieron aquella tragedia y pueden contarlo. También siguen recordando la ayuda internacional que muchos países, incluso los enemistados con Perú como era el caso de Ecuador, aportaron en aquellos días terribles.

cordillera negra y campo de cereal delante en el callejón de huaylas

Por si tenéis curiosidad, os dejo aquí el enlace a un documental sobre el terremoto que recupera los testimonios de los supervivientes e imágenes de aquél desastre.

Tras esta impactante visita comimos en el Nuevo Yungay. Allí vi de cerca y pude acariciar a mi primera alpaca, uno de los camélidos andinos.
Preciosa, me sorprendió su mirada absolutamente humana. Buscaba las caricias e incluso adelantaba el morro en un gesto que parecía que te quisiera dar un beso. Me declaro fan de las alpacas!!

acariciando una alpaca

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